A mediados del siglo XX, el japonés Masanobu Fukuoka (1913-2008), teórico de la agricultura natural, ideó un sistema para mejorar la producción de la naturaleza con la menor intervención posible: el nengo dango («bola de arcilla» en japonés). Este sistema, que permite no tener que intervenir en la tierra, se basa en la mezcla de semillas dentro de bolitas de barro o arcilla creando «bombas de semillas» que luego se esparcirán por el campo. Con la primera lluvia intensa las bolas se desharán y las semillas, que hasta entonces han estado protegidas de los animales y el tiempo, brotarán.


En la mezcla de semillas, además de las del cultivo que se desea hacer, se incluyen otras plantas (principalmente trébol blanco) que germinarán más pronto creando una capa fina que protegerá el suelo de la luz, impidiendo la germinación de hierbas, pero no de las que se desea cultivar. Las distintas combinaciones, se plantean según sea el cultivo (cereales, hortalizas, frutales, zona boscosa, etc.). También suele incluirse algún abono natural (estiércol, humus de lombriz, sustrato… etc.) y, en lugar de arar o desherbar el campo en el que se van a esparcir, éste se recubre con los restos de las plantas cultivadas en la cosecha anterior, creando un compostaje natural, que conserva la humedad y los nutrientes e impide la proliferación de hierbas no deseadas.
En la actualidad, las “bombas de semillas” se han revelado como una herramienta de reforestación, reverdecimiento y regeneración de suelos de alta eficiencia. Al no tener que intervenir prácticamente en el suelo previamente, facilita la diseminación de semillas incluso en zonas inhóspitas de difícil acceso. Es por esto que se están utilizado a lo largo del planeta para luchar contra la desertificación, ya sea esparciéndolas a mano, desde vehículos e incluso lanzadas desde aviones. Avalados por muchos estudios, se ha convertido en una herramienta de regeneración, reforestación y cultivo de zonas áridas o desecadas.
Mediante el uso combinado de diversas plantas, los cultivos y las reforestaciones permiten extraer el agua del subsuelo a la superficie, gracias a la absorción que hacen las raíces, humidificando el aire, enriqueciendo tanto el suelo de cultivo como el del humus y favoreciendo con todo ello, a las lluvias y a la disminución del efecto invernadero. Es por eso que estas bombas de semillas son, en la actualidad, un “arma” ciudadana para luchar contra la desertificación y mejorar las zonas degradadas, de fácil elaboración y diseminación.
Para saber más:
Masanobu Fukuoka. De la «agricultura natural» al «reverdecer»
Bombas de semillas para luchar contra el cambio climático
Taller de «bombas de semillas, en El Campillo
